miércoles, 10 de enero de 2018

El manifiesto del Unabomber se está volviendo más útil que el manifiesto comunista


17 años tuvo a la FBI en zozobra, un solo profesor en una cabañita desolada en Montana. Desde allí libró una importante y efectiva batalla cultural al capitalismo industrial. Logró sin ayuda de nadie, algo que las organizaciones anticapitalistas que con todos sus recursos no pudo ni puede, que le publicaran en los dos diarios más importantes del imperialismo, el New york times y The washington post, un documento que destroza a la sociedad industrial toda.
Theodore Kaczynski, apodado el Unabomber por la CIA, además de dejar en ridículo al servicio de inteligencia más poderoso del planeta, aportó para el debate político mundial algunas cuestiones más que trascendentales para la época en que transitamos. Una de ellas es qué debe hacer la sociedad con la tecnología. El capitalismo dice que hay que seguir desarrollándola en beneficio del capital; un grueso de los anticapitalistas dicen que también hay que profundizarla, pero en beneficio de los obreros. Kaczynski, sin embargo, acercándose a los postulados de los primitivistas, afirma con argumentos bastante sólidos que ninguna de esas opciones nos salvará del desastre, porque la técnica es parte del problema. La salida vendrá, aunque con problemas también, solamente destruyendo la tecnología (una especie de “muerte a la tecnología”). Esto quiere decir, que el uso de la tecnología supone un control progresivo de las libertades humanas y de sus recursos en aras de su perfeccionamiento, un círculo vicioso imposible de superar si es que realmente se pretende organizar la sociedad en base a la tecnología.  Dicho de otra forma, las sociedades dependerán cada vez más no de sus individuos, sino de lo que las técnicas decidan, de lo que el sistema organizativo plantee como efectivo. Algo que la mayoría de la izquierda mundial pasa por alto, y que además tiene como herencia un legado que corrobora este uso alienado de la tecnología (por ejemplo, El Mar de Aral en manos del socialismo ruso). Esta situación  ya se da a escala global, donde la gente vive para el sistema y no al revés. 
En el manifiesto hay interesantes pinceladas temáticas que sirven para ayudar a caracterizar el precolapso, que van desde los límites de la sociedad industrial,  cómo funciona la izquierda y sus gruesos problemas de incomprensión de la situación planetaria, hasta la tan relegada problemática de la psicología de las masas y su vínculo con la política. En fin, un texto para leer con atención, por el grado de compromiso de su autor y la enorme coherencia y lucidez con que se analizan los verdaderos problemas de la humanidad.


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